Historia de Mondrón

VI. Biodiversidad de Mondrón y su comarca

1. Fauna autóctona

Mamíferos

El entorno de Mondrón y sus sierras circundantes albergan una variada comunidad de mamíferos que, aunque reducida en comparación con épocas pasadas debido a la acción humana a lo largo de los siglos, sigue constituyendo un valioso componente de la biodiversidad local. Estas especies han logrado adaptarse a un hábitat transformado por la actividad agrícola, encontrando refugio principalmente en las zonas más escarpadas y boscosas de las sierras.

Entre los mamíferos que pueden encontrarse en la zona, especialmente en la Sierra de Alhama, que sirve como corredor natural entre el conjunto de Sierra Tejeda y Almijara y la Sierra de la Cordillera Antequerana, destacan varias especies emblemáticas:

La gineta o gato almizclero (Genetta genetta) es uno de los pequeños carnívoros más elegantes de la fauna ibérica. Este vivérrido de cuerpo alargado, patas cortas y pelaje grisáceo con manchas negras, presenta una característica cola anillada que le ayuda a mantener el equilibrio durante sus ágiles desplazamientos nocturnos por árboles y rocas. De hábitos principalmente nocturnos, se alimenta de pequeños roedores, aves, insectos y ocasionalmente frutos, contribuyendo así al control de poblaciones de potenciales plagas. Su presencia en la zona, aunque discreta, está bien documentada, principalmente en áreas con buena cobertura vegetal y cercanas a puntos de agua.

El zorro común (Vulpes vulpes), adaptable y astuto, sigue habitando en los campos y montañas de la zona, aprovechando tanto los espacios naturales como los cultivados para su supervivencia. Esta especie ha demostrado una extraordinaria capacidad para adaptarse a la presencia humana, lo que le ha permitido mantener poblaciones estables incluso en áreas con considerable intervención antrópica. En el entorno de Mondrón, el zorro encuentra refugio en las zonas de matorral mediterráneo, utilizando frecuentemente los lindes entre cultivos y las áreas forestales para sus desplazamientos. Su dieta omnívora, que incluye desde pequeños mamíferos y aves hasta insectos, carroña y frutos, le permite aprovechar una amplia gama de recursos alimenticios a lo largo del año.

El tejón (Meles meles) es otro habitante característico de las zonas más tranquilas y boscosas. Este mustélido de cuerpo robusto y característico pelaje blanco y negro en la cabeza construye complejas madrigueras o «tejoneras», auténticas obras de ingeniería animal que pueden tener siglos de antigüedad y ser utilizadas por generaciones sucesivas. Estas tejoneras, con múltiples entradas y diversas cámaras interiores, constituyen un elemento importante del ecosistema, pues son utilizadas ocasionalmente por otras especies como refugio. El tejón, animal de hábitos principalmente nocturnos, es omnívoro y su dieta incluye desde lombrices e insectos hasta pequeños vertebrados, raíces, hongos y frutos, contribuyendo así a la dispersión de semillas y al control de algunos invertebrados que pueden afectar a los cultivos.

La garduña (Martes foina), otro mustélido presente en la zona, es más pequeña y estilizada que el tejón, pero igualmente importante en el ecosistema local. De hábitos nocturnos y comportamiento muy escurridizo, este ágil depredador se alimenta principalmente de pequeños mamíferos, aves y sus huevos, insectos y frutos, contribuyendo a la regulación de poblaciones y a la dispersión de semillas de algunas especies vegetales. La garduña muestra una notable adaptabilidad, pudiendo encontrarse tanto en zonas boscosas como en áreas más transformadas, e incluso en las proximidades de construcciones humanas aisladas, como cortijos y molinos.

En las zonas más altas e inaccesibles de las sierras cercanas, especialmente en el área que conecta con el Parque Natural de las Sierras de Tejeda, Almijara y Alhama, pueden encontrarse ejemplares de cabra montés (Capra pyrenaica). Esta emblemática especie ibérica, caracterizada por los impresionantes cuernos de los machos adultos, se alimenta de una amplia variedad de plantas, adaptando su dieta a la disponibilidad estacional. A pesar de que históricamente fue intensamente cazada, lo que llevó a la extinción de algunas de sus subespecies, la protección legal y la creación de espacios naturales protegidos han permitido la recuperación de sus poblaciones en las últimas décadas.

El gato montés (Felis silvestris) mantiene pequeñas poblaciones en las zonas de monte mediterráneo mejor conservadas. De aspecto similar a un gato doméstico pero de mayor tamaño y robustez, este felino salvaje se caracteriza por su cola gruesa con anillos negros bien definidos y sin la punta negra característica de los gatos domésticos. Su alimentación se basa principalmente en roedores, aunque también captura aves, reptiles y lagomorfos. La conservación del gato montés se enfrenta a diversas amenazas, entre ellas la fragmentación de su hábitat y la hibridación con gatos domésticos asilvestrados.

Cabe destacar que, según testimonios locales, hasta hace algunas décadas también era posible encontrar jabalíes (Sus scrofa) en la zona, pero su presencia se ha ido reduciendo notablemente, posiblemente debido a la caza y a la fragmentación de su hábitat. No obstante, en años recientes se ha observado una recuperación de esta especie en muchas áreas de la península ibérica, por lo que no sería sorprendente que en un futuro próximo volvieran a establecerse poblaciones estables en el entorno de Mondrón.

Completan la comunidad de mamíferos de la zona diversas especies de roedores como el ratón de campo (Apodemus sylvaticus), el ratón moruno (Mus spretus), el topillo mediterráneo (Microtus duodecimcostatus) y la rata negra (Rattus rattus), así como insectívoros como el erizo común (Erinaceus europaeus) y diversas especies de murciélagos, estos últimos de gran importancia ecológica por su papel en el control de poblaciones de insectos.

Aunque actualmente ausentes, en tiempos históricos la zona estuvo habitada por depredadores de mayor tamaño como el lobo (Canis lupus) y posiblemente el lince ibérico (Lynx pardinus), cuya desaparición ha alterado las cadenas tróficas naturales, contribuyendo a desequilibrios ecológicos como la sobrepoblación de algunas especies de herbívoros o la proliferación de mesodepredadores como zorros y garduñas.

Aves

La avifauna del entorno de Mondrón se caracteriza por su riqueza y diversidad, fruto de la variedad de hábitats presentes en la zona y de su ubicación estratégica en rutas migratorias. Las aves constituyen, sin duda, el grupo de vertebrados más numeroso y visible, enriqueciendo el paisaje con sus cantos, colores y comportamientos.

Entre las aves rapaces, destacan por su importancia ecológica y estado de conservación:

El águila perdicera (Aquila fasciata), catalogada como especie en peligro de extinción, mantiene algunos territorios de cría en las escarpadas sierras de la zona. Esta rapaz de mediano tamaño se especializa en la captura de aves de mediano tamaño y lagomorfos, desempeñando un papel crucial en el control de poblaciones de estas especies. Su conservación se enfrenta a diversas amenazas, entre ellas la alteración del hábitat, las molestias durante el periodo de cría y la electrocución en tendidos eléctricos.

El búho real (Bubo bubo), la mayor rapaz nocturna de Europa, encuentra en los roquedos y bosques de la zona un hábitat adecuado. Esta imponente ave, con sus característicos penachos en forma de orejas y su potente canto, se alimenta de una amplia variedad de presas, desde roedores y lagomorfos hasta otras aves e incluso pequeños carnívoros, ocupando así un puesto clave en la cadena trófica de estos ecosistemas.

Otras rapaces frecuentes en la zona incluyen el cernícalo vulgar (Falco tinnunculus), ave de presa de tamaño medio que se cierne en el aire para localizar pequeños roedores e insectos; el gavilán (Accipiter nisus), especializado en la captura de pequeñas aves entre la vegetación; y diversas rapaces nocturnas como el cárabo común (Strix aluco), el mochuelo común (Athene noctua) y el autillo (Otus scops).

En los ambientes rocosos de las sierras circundantes anidan especies como la chova piquirroja (Pyrrhocorax pyrrhocorax), córvido de pico y patas rojas que se alimenta principalmente de insectos que extrae del suelo con su característico pico curvado; el avión roquero (Ptyonoprogne rupestris), que construye sus nidos de barro en extraplomos y acantilados; y el roquero solitario (Monticola solitarius), pájaro de plumaje azulado en los machos que frecuenta áreas rocosas donde captura insectos y pequeños reptiles.

Las zonas de matorral mediterráneo y los cultivos tradicionales albergan una rica comunidad de pequeñas aves, entre las que destacan diversos fringílidos como el jilguero (Carduelis carduelis), el verdecillo (Serinus serinus) y el verderón (Chloris chloris), apreciados tradicionalmente por su canto; túrdidos como el mirlo común (Turdus merula) y el zorzal común (Turdus philomelos); y diversas especies de sílvidos como la curruca cabecinegra (Sylvia melanocephala), típica del matorral mediterráneo.

En las áreas más abiertas, con cultivos extensivos y pastizales, pueden observarse especies como la perdiz roja (Alectoris rufa), ave emblemática de los paisajes agrarios mediterráneos cuyas poblaciones han disminuido considerablemente debido a la intensificación agrícola y la caza; la cogujada común (Galerida cristata), aláudido de característico moño que frecuenta bordes de caminos y cultivos; y la tarabilla común (Saxicola torquatus), pequeño pájaro insectívoro que utiliza posaderos elevados para vigilar su territorio y lanzarse sobre sus presas.

Los ambientes acuáticos, aunque limitados en extensión, añaden diversidad a la avifauna local. En arroyos y puntos de agua pueden observarse especies como el martín pescador (Alcedo atthis), de intenso plumaje azul y naranja, que se zambulle para capturar pequeños peces y larvas acuáticas; el mirlo acuático (Cinclus cinclus), especialmente en tramos de aguas rápidas y limpias; y la lavandera cascadeña (Motacilla cinerea), que frecuenta los bordes de arroyos en busca de invertebrados.

Durante los periodos migratorios, la zona recibe numerosas especies que utilizan estos hábitats como áreas de descanso y alimentación en sus desplazamientos entre Europa y África. Entre ellas destacan diversos mosquiteros y currucas, así como especies más llamativas como la abubilla (Upupa epops), que puede observarse en prados y zonas abiertas buscando larvas e insectos con su largo pico curvado.

El abandono de algunas prácticas agrícolas tradicionales, la intensificación de otras y la alteración general de los hábitats han provocado cambios significativos en las comunidades de aves. Especies antaño comunes como la collalba rubia (Oenanthe hispanica) o el alcaudón real (Lanius meridionalis) han experimentado notables declives, mientras que otras más adaptables como la urraca (Pica pica) o la paloma torcaz (Columba palumbus) han visto aumentar sus poblaciones.

Otras especies

Además de mamíferos y aves, el entorno de Mondrón alberga una notable diversidad de otros grupos faunísticos que, aunque menos visibles o conocidos, desempeñan papeles fundamentales en el funcionamiento de los ecosistemas locales.

Entre los reptiles el lagarto ocelado (Timon lepidus) es quizás la especie más emblemática. Este gran lagarto, que puede superar los 60 cm de longitud, muestra un característico diseño de ocelos azules en los costados sobre un fondo verdoso o pardusco. Habitante típico de zonas de matorral mediterráneo, muros de piedra y áreas rocosas, se alimenta principalmente de grandes insectos, pequeños vertebrados y ocasionalmente frutos, contribuyendo tanto al control de poblaciones de invertebrados como a la dispersión de algunas semillas.

Otras especies de reptiles frecuentes en la zona incluyen la lagartija ibérica (Podarcis hispanica), común en muros, roquedos y construcciones humanas; la lagartija colilarga (Psammodromus algirus), característica de zonas con buena cobertura arbustiva; y el eslizón ibérico (Chalcides bedriagai), pequeño reptil de aspecto similar a una serpiente pero con patas muy reducidas, especializado en desplazarse entre la hojarasca y el sustrato arenoso.

Entre las serpientes, destacan la culebra de escalera (Zamenis scalaris), la culebra bastarda (Malpolon monspessulanus) y la culebra de herradura (Hemorrhois hippocrepis), todas ellas no venenosas y beneficiosas por su papel como controladoras de poblaciones de roedores. En áreas más húmedas puede encontrarse la culebra viperina (Natrix maura), especializada en la captura de anfibios y pequeños peces.

Los anfibios, aunque limitados por la escasez de puntos de agua permanentes, están representados por especies como el sapo corredor (Epidalea calamita), adaptado a ambientes relativamente secos y capaz de completar su ciclo reproductor en charcas temporales; la rana común (Pelophylax perezi), que habita en arroyos, albercas y otros puntos de agua permanente; y el sapillo pintojo meridional (Discoglossus jeanneae), especie endémica de la península ibérica catalogada como vulnerable.

El grupo de los invertebrados constituye, con diferencia, el más numeroso en especies, aunque paradójicamente es el menos estudiado. Entre los insectos, destacan por su diversidad y abundancia las mariposas diurnas (lepidópteros ropalóceros), con especies emblemáticas como la mariposa del madroño (Charaxes jasius), la macaón (Papilio machaon) o la vanesa de los cardos (Vanessa cardui), esta última protagonista de espectaculares migraciones.

Los ortópteros (saltamontes, grillos y chicharras) son particularmente abundantes en prados y zonas abiertas durante el verano, cuando sus estridulaciones dominan el paisaje sonoro diurno y nocturno. Entre ellos, la chicharra (Cicada orni) es quizás la especie más conocida por su característico canto durante las horas de más calor.

Los coleópteros (escarabajos) constituyen el orden con mayor número de especies, con representantes en prácticamente todos los hábitats y nichos ecológicos. Entre los más llamativos se encuentran el ciervo volante (Lucanus cervus), el mayor escarabajo europeo, cuyos machos presentan unas mandíbulas hipertrofiadas semejantes a astas de ciervo; y diversas especies de escarabajos florícolas que pueden observarse en gran número durante la primavera.

Entre los arácnidos, además de diversas especies de arañas, destaca la presencia del escorpión común (Buthus occitanus), de picadura dolorosa pero raramente peligrosa para humanos sanos, que habita bajo piedras y en grietas de rocas y muros.

Los moluscos terrestres están representados por diversas especies de caracoles, entre ellos el caracol común (Helix aspersa), tradicionalmente recolectado como alimento, y el caracol serrano (Otala lactea), más propio de zonas pedregosas y de matorral.

En los cursos de agua y puntos de agua permanentes habita una fauna invertebrada específica, que incluye larvas de diversos insectos (efemerópteros, plecópteros, odonatos, dípteros), crustáceos como el cangrejo de río autóctono (Austropotamobius pallipes), actualmente en grave peligro de extinción, y moluscos acuáticos.

Esta rica diversidad de invertebrados desempeña funciones ecológicas cruciales, como la polinización de plantas con flor, la descomposición de materia orgánica, el control biológico de potenciales plagas y la constitución de la base alimentaria para numerosas especies de vertebrados.

2. Flora: Entre lo autóctono y lo cultivado

Vegetación natural y bosques

La vegetación natural del entorno de Mondrón ha sufrido profundas transformaciones a lo largo de los siglos debido a la acción humana, que ha modificado el paisaje vegetal original para adaptarlo a sus necesidades, principalmente a través de la agricultura. A pesar de estas alteraciones, aún pueden identificarse elementos y formaciones vegetales que proporcionan valiosa información sobre la cubierta vegetal primitiva y constituyen importantes reservorios de biodiversidad.

La vegetación potencial de la zona, es decir, la que existiría de no mediar la intervención humana, correspondería principalmente a bosques mediterráneos dominados por la encina (Quercus ilex subsp. ballota). Estos encinares, adaptados a las condiciones de sequía estival características del clima mediterráneo, constituirían la vegetación clímax en la mayor parte del territorio. En las zonas más húmedas, especialmente en umbrías y barrancos, estos encinares se enriquecerían con quejigos (Quercus faginea), árbol de hoja marcescente (que se seca en el árbol pero no cae hasta la primavera siguiente) más exigente en humedad que la encina.

En la actualidad, estos bosques primigenios han quedado relegados a pequeños enclaves, generalmente en zonas de difícil acceso o escaso valor agrícola. Los restos de encinar que aún persisten muestran un estrato arbóreo dominado por encinas, acompañadas en ocasiones por acebuches (Olea europaea var. sylvestris), antecesor silvestre del olivo cultivado. El sotobosque de estos encinares incluye un rico estrato arbustivo con especies como el lentisco (Pistacia lentiscus), el madroño (Arbutus unedo), el durillo (Viburnum tinus), la cornicabra (Pistacia terebinthus), el aladierno (Rhamnus alaternus) y diversas especies de jaras (Cistus sp.).

En las zonas más elevadas de las sierras circundantes, especialmente en la Sierra de Alhama y Sierra de Enmedio, aparecen formaciones de pinar, principalmente de pino carrasco (Pinus halepensis), muchas de ellas producto de repoblaciones forestales realizadas durante el siglo XX. Aunque estos pinares no constituyen la vegetación potencial de la zona, desempeñan importantes funciones ecológicas, como la protección del suelo frente a la erosión y la creación de hábitats para numerosas especies animales.

Más frecuentes que los bosques son las formaciones de matorral mediterráneo, resultantes de la degradación de los bosques originales debido a incendios, talas, pastoreo y otras actividades humanas. Estas formaciones, conocidas tradicionalmente como «monte bajo», presentan diversas fases o etapas según su grado de evolución y las condiciones ambientales.

En las etapas más evolucionadas o en zonas favorables, el matorral está dominado por especies arbustivas de cierto porte, conformando lo que se conoce como matorral noble o garriga. En esta formación son frecuentes el lentisco (Pistacia lentiscus), la coscoja (Quercus coccifera), el enebro (Juniperus oxycedrus), el espino negro (Rhamnus lycioides), el acebuche (Olea europaea var. sylvestris) y diversas especies de jaras (Cistus sp.).

En suelos más degradados o zonas con mayor presión de pastoreo, el matorral noble da paso a formaciones de menor porte dominadas por especies como el romero (Rosmarinus officinalis), el tomillo (Thymus sp.), la aulaga (Ulex parviflorus), el espliego (Lavandula latifolia) y diversas especies de jaras (Cistus sp.) y cantuesos (Lavandula stoechas). Estas formaciones, conocidas como tomillares o romerales, son ricas en especies aromáticas y melíferas, tradicionalmente aprovechadas por la población local para usos medicinales, condimentarios y apícolas.

En las zonas más degradadas o con suelos muy pobres, aparecen comunidades dominadas por el esparto (Stipa tenacissima) y otras gramíneas perennes, formando los característicos espartales o atochares, tan típicos de zonas áridas del sureste peninsular.

Un hábitat de especial interés lo constituyen los roquedos calcáreos, abundantes en las sierras circundantes. Estos ambientes extremos, con escaso suelo y fuertes contrastes térmicos, albergan una flora especializada, con especies adaptadas a crecer en grietas y pequeñas repisas. Entre ellas destacan el ombligo de Venus (Umbilicus rupestris), diversas especies de zapaticos de la Virgen (Sarcocapnos sp.) y numerosos helechos como el culantrillo de pozo (Adiantum capillus-veneris) en zonas húmedas, o el polipodio (Polypodium cambricum) en grietas sombreadas.

Los cursos de agua, aunque limitados y de régimen irregular, presentan una vegetación específica que contrasta fuertemente con la de su entorno. La vegetación de ribera o bosque galería está dominada por especies arbóreas como el álamo blanco (Populus alba), el fresno (Fraxinus angustifolia) y diversos sauces (Salix sp.), acompañados por un sotobosque en el que destacan especies como la adelfa (Nerium oleander), en tramos con estiaje acusado, o la zarzamora (Rubus ulmifolius).

Esta diversidad de formaciones vegetales, aunque alterada y reducida respecto a su extensión original, sigue desempeñando importantes funciones ecológicas, como la protección del suelo frente a la erosión, la regulación del ciclo hidrológico, la creación de hábitats para la fauna y el mantenimiento de procesos ecológicos esenciales. Además, constituye un valioso patrimonio natural que forma parte inseparable de la identidad cultural y paisajística de Mondrón.

El olivar verdial, joya de Mondrón

Sin duda, el elemento más característico y definitorio del paisaje vegetal de Mondrón es el olivar. Los campos de olivos centenarios, con sus troncos retorcidos y nudosos, testimonio del paso de siglos, constituyen no solo un recurso económico fundamental sino también un patrimonio natural, cultural e histórico de incalculable valor.

Lo que hace especialmente único al olivar de Mondrón es el predominio de la variedad Verdial, una aceituna autóctona de la Axarquía malagueña que produce un aceite de oliva virgen extra de excepcional calidad. Esta variedad es casi exclusiva de esta comarca, concentrándose más del 90% de su cultivo en el término municipal de Periana.

Estudios genéticos han demostrado que la variedad Verdial fue transportada a la Península desde Oriente Próximo a bordo de embarcaciones fenicias que desembarcaban en las cercanas costas orientales de Málaga hace más de 4.000 años. Los esquejes fueron injertados en acebuches ibéricos (olivos silvestres), dando origen a estos magníficos olivos que hoy siguen produciendo. La aceituna verdial conserva su color verde incluso cuando alcanza su madurez, de ahí proviene su nombre.

Desde el punto de vista botánico, el olivo (Olea europaea) pertenece a la familia de las oleáceas y es un árbol perennifolio, es decir, mantiene su follaje durante todo el año. Puede alcanzar una notable longevidad, con ejemplares de varios siglos de antigüedad, como atestiguan muchos de los que crecen en el entorno de Mondrón. Los olivos verdiales se caracterizan por un porte generalmente abierto, con ramas que tienden a extenderse horizontalmente, creando una copa amplia y de escasa altura. El tronco, inicialmente liso, se va tornando nudoso y retorcido con la edad, con la corteza agrietada y frecuentemente hueco en los ejemplares más antiguos.

Las hojas, lanceoladas y coriáceas, presentan el haz de color verde grisáceo y el envés plateado debido a la presencia de unos tricomas (pelos vegetales) que les confieren ese aspecto característico y les permiten reducir la pérdida de agua por transpiración, adaptación fundamental a las condiciones de sequía estival mediterránea.

Las flores, pequeñas y de color blanco amarillento, se agrupan en inflorescencias tipo racimo (panículas) que surgen de las axilas foliares. La floración se produce en primavera, generalmente entre abril y mayo, y está muy condicionada por factores ambientales como la temperatura y la humedad.

El fruto, la aceituna, es una drupa ovalada que inicialmente tiene color verde y que, en la mayoría de las variedades, va tornándose negra o morada conforme madura. Sin embargo, como se ha mencionado, la variedad Verdial conserva su color verde incluso en la madurez, aunque adquiere tonalidades amarillentas o rojizas.

Una particularidad interesante del olivar de Mondrón, que lo diferencia de otros olivares mediterráneos, es que tradicionalmente ha sido de regadío en lugar de secano. Esta peculiaridad ha permitido una mayor productividad y ha influido en las características organolépticas de su aceite, caracterizado por su aroma frutado maduro y su entrada en boca fluida y dulce, con un leve amargor y picor muy equilibrados.

El cultivo del olivo verdial en Mondrón representa un ejemplo paradigmático de adaptación al territorio y sus condiciones. Los olivicultores locales han desarrollado a lo largo de generaciones un profundo conocimiento sobre las particularidades de esta variedad: sus requerimientos de suelo y agua, sus periodos críticos, sus respuestas a diferentes técnicas de poda y labores culturales, y el momento óptimo para la recolección de la aceituna.

La recolección tradicional se realizaba a mano, mediante el vareo (golpeo de las ramas con varas para hacer caer las aceitunas) o la ordeña (recogida directa con las manos), extendiendo previamente mantas o redes bajo los árboles para recoger las aceitunas caídas. En las últimas décadas, la introducción de vibradores mecánicos y otros sistemas más modernos ha aliviado considerablemente la dureza de esta labor, aunque muchos agricultores siguen combinando técnicas tradicionales y modernas según las características específicas de cada árbol o parcela.

Tras la recolección, las aceitunas son llevadas rápidamente a la almazara para su molturación, proceso que idealmente debe realizarse en las 24 horas siguientes a la recogida para garantizar la máxima calidad del aceite. En Mondrón, este proceso se lleva a cabo principalmente en la Cooperativa San José Artesano, fundada en 1967, que ha jugado un papel fundamental en la modernización del proceso de elaboración y comercialización del aceite, sin renunciar a la tradicional molienda en frío que preserva todas las propiedades organolépticas y nutricionales del aceite de oliva.

El aceite de oliva virgen extra variedad Verdial de Mondrón es apreciado internacionalmente por sus características organolépticas excepcionales. En nariz presenta aromas frutados intensos que recuerdan a la hierba fresca, la manzana y el plátano verde, con notas de almendra y hierbas aromáticas. En boca destaca por su entrada dulce, con un amargor y picor equilibrados y una notable persistencia de sabores herbáceos y frutados.

Estas cualidades han sido reconocidas en numerosos certámenes nacionales e internacionales, como la medalla de oro en el Concurso Internacional de Nueva York (NYIOOC) y en el Concurso Internacional de Atenas, entre otros.

Además de su valor económico y gastronómico, el olivar verdial de Mondrón constituye un paisaje cultural de extraordinario valor, resultado de siglos de interacción entre el ser humano y la naturaleza. El mosaico de olivares, con sus alineaciones regulares de árboles centenarios, los muros de piedra seca que delimitan parcelas o sostienen bancales, los caminos rurales y las edificaciones tradicionales como cortijos, molinos y almazaras, configura un paisaje de gran belleza y profundo significado cultural.

Este patrimonio olivarero se enfrenta actualmente a diversos desafíos, entre ellos la amenaza que supone la introducción de variedades más productivas como la Picual y la Hojiblanca que, si bien presentan ventajas agronómicas, suponen una pérdida de biodiversidad agrícola y de un patrimonio genético único como es el del olivo verdial. La valorización de este patrimonio, a través de su diferenciación cualitativa y de la tramitación de una Denominación de Origen, constituye una estrategia fundamental para su conservación.

Otros frutales tradicionales

Junto al predominante olivar, el paisaje agrícola de Mondrón se complementa con otros cultivos frutales tradicionales que han formado parte de la economía local durante generaciones, diversificando la producción y enriqueciendo la dieta de sus habitantes con frutas de temporada.

Los granados (Punica granatum) han estado presentes en huertos familiares y en pequeñas explotaciones desde tiempos remotos. Originarios de la región comprendida entre Irán y el norte de la India, fueron introducidos en la península ibérica por los fenicios y posteriormente potenciados durante la época andalusí, cuando se extendió su cultivo y se mejoraron las variedades. El granado es un árbol pequeño o arbusto caducifolio que puede alcanzar los 5 metros de altura, con corteza grisácea que se agrieta con la edad. Sus flores, de un llamativo color rojo anaranjado, dan paso a los característicos frutos, las granadas, de forma globosa, coronados por el cáliz persistente y con numerosas semillas (arilos) carnosas de sabor agridulce. Estos frutos, ricos en antioxidantes y otros compuestos beneficiosos para la salud, han sido tradicionalmente consumidos frescos, aunque también se utilizan para elaborar zumos, jarabes, mermeladas y, en épocas más recientes, vinos y licores.

Las higueras (Ficus carica) constituyen otro elemento tradicional del paisaje agrícola de Mondrón. Perfectamente adaptadas al clima mediterráneo, las higueras destacan por su resistencia a la sequía gracias a su potente sistema radicular, que les permite extraer agua de capas profundas del suelo. Son árboles de tamaño medio, con copa amplia y redondeada, y hojas grandes y palmeadas muy características. Sus frutos, los higos, son en realidad infrutescencias (sicono) que contienen en su interior las verdaderas flores y posteriormente los diminutos frutos. En Mondrón se han cultivado tradicionalmente diversas variedades, algunas que producen una sola cosecha al año (higueras uníferas) y otras que producen dos cosechas (higueras bíferas): las brevas a principios de verano y los higos a finales del mismo. Estos frutos se han consumido tanto frescos como secos, siendo estos últimos un alimento energético fundamental en la dieta tradicional, especialmente durante el invierno, cuando escaseaban otros alimentos.

Los almendros (Prunus dulcis), distribuidos principalmente en las zonas de secano, han constituido otro cultivo frutal significativo en el paisaje de Mondrón. Este árbol caducifolio, de la familia de las rosáceas, destaca por su belleza durante la floración a finales del invierno, cuando sus ramas desnudas se cubren de flores blancas o rosáceas antes de que aparezcan las hojas. Su fruto, la almendra, protegido por una cáscara leñosa, ha sido tradicionalmente muy apreciado tanto para consumo directo como para la elaboración de dulces y otros productos gastronómicos. La recolección de la almendra, que se realiza a finales del verano, ha constituido tradicionalmente un momento importante en el ciclo agrícola local, movilizando a gran parte de la comunidad.

Los melocotoneros (Prunus persica), aunque más asociados a la población de Periana en general, que es conocida por la excelente calidad de sus melocotones, también están presentes en el paisaje de Mondrón. Resulta interesante mencionar que, según algunas fuentes históricas, el cultivo del melocotón en la zona comenzó en el siglo XVIII, cuando un habitante de Periana trajo esta fruta desde Argentina. Los melocotoneros, árboles de pequeño tamaño y vida relativamente corta, producen frutos carnosos y dulces, muy apreciados por su sabor y versatilidad culinaria. Su cultivo requiere cuidados específicos y un aporte regular de agua, por lo que tradicionalmente se han situado en zonas de regadío o cercanas a puntos de agua.

Las chumberas (Opuntia ficus-indica), aunque originarias de América, se naturalizaron rápidamente en el paisaje mediterráneo tras la colonización española. Sus frutos, los higos chumbos, han formado parte de la dieta tradicional estival, mientras que las palas se han utilizado como forraje para el ganado. Desafortunadamente, en los últimos años, la plaga de la cochinilla del carmín (Dactylopius opuntiae) ha devastado gran parte de estas plantaciones.

Los cítricos como naranjos (Citrus sinensis), limoneros (Citrus limon) y mandarinos (Citrus reticulata) complementan los huertos familiares, aprovechando las zonas con mayor disponibilidad de agua. Estos árboles perennifolios, originarios del sudeste asiático pero perfectamente adaptados al clima mediterráneo, producen frutos muy apreciados tanto por su sabor como por su contenido en vitamina C y otros nutrientes. En el entorno de Mondrón, los cítricos han tenido tradicionalmente un carácter más doméstico que comercial, destinándose principalmente al autoconsumo familiar.

El níspero (Eriobotrya japonica), aunque originario de China, se adaptó perfectamente al clima de la zona tras su introducción y se cultiva tanto para consumo familiar como comercial. Este árbol frutal perennifolio, de la familia de las rosáceas, produce frutos de color naranja y sabor agridulce que maduran a principios de primavera, constituyendo una de las primeras frutas de temporada.

Los membrillos (Cydonia oblonga), cuyos aromáticos frutos se han utilizado tradicionalmente para la elaboración de dulce de membrillo y jaleas, también han formado parte del paisaje frutal de Mondrón. El membrillero es un árbol o arbusto caducifolio de la familia de las rosáceas que puede alcanzar los 4-5 metros de altura, con hojas ovales y tomentosas (cubiertas de pelos) por el envés, y flores solitarias de color blanco o rosa pálido. Su fruto, el membrillo, de color amarillo dorado cuando madura, es duro y astringente en crudo, por lo que tradicionalmente se ha consumido cocido o en conserva.

Estos y otros frutales tradicionales no solo han contribuido a la economía y la dieta de los habitantes de Mondrón, sino que también han enriquecido su paisaje y su cultura, marcando el ritmo de las estaciones con sus ciclos de floración y fructificación, y generando un rico acervo de conocimientos, prácticas y tradiciones en torno a su cultivo, recolección y elaboración.

Nuevos cultivos: La irrupción de los tropicales

En las últimas décadas, el paisaje agrícola de Mondrón y la Axarquía en general ha experimentado una significativa transformación con la introducción de cultivos tropicales, que han encontrado en el microclima de la zona condiciones adecuadas para su desarrollo. Esta nueva orientación productiva, que ha diversificado la economía agraria tradicional, representa también un desafío en términos de gestión sostenible de recursos, especialmente el agua.

El aguacate (Persea americana) es, sin duda, el cultivo tropical que mayor expansión ha experimentado en la zona. Originario de Centroamérica, este frutal perennifolio de la familia de las lauráceas puede alcanzar los 10-12 metros de altura, con un tronco recto y copa amplia y densa. Sus hojas, alternas y coriáceas, de color verde intenso, contrastan con el plateado de los olivos, creando un nuevo paisaje cromático. Las flores, pequeñas y de color amarillo verdoso, dan paso al fruto, una baya piriforme u ovalada con una única semilla central, que destaca por su alto contenido en ácidos grasos insaturados y vitaminas.

En Mondrón y sus alrededores se cultivan principalmente las variedades Hass, Lamb Hass y Bacon, permitiendo disponer de este nutritivo fruto durante gran parte del año. Las plantaciones han aprovechado las laderas con orientación sur, que ofrecen una buena protección frente a los vientos fríos del norte, y suelos bien drenados, condiciones óptimas para este cultivo.

El mango (Mangifera indica) es otro frutal tropical que se ha adaptado extraordinariamente bien a las condiciones de la zona. Originario del sur de Asia, este árbol perennifolio de la familia de las anacardiáceas puede alcanzar gran tamaño, aunque en cultivo se mantiene a una altura más manejable mediante podas. Sus hojas, alargadas y de color verde brillante, y sus flores, agrupadas en panículas terminales, de color amarillento o rojizo, contribuyen a la diversificación paisajística de la zona. El fruto, una drupa carnosa de color amarillo, naranja o rojizo según la variedad, destaca por su dulce sabor y su riqueza en vitaminas y antioxidantes.

En menor medida, también se han introducido otros cultivos tropicales como la chirimoya (Annona cherimola), el níspero japonés (Eriobotrya japonica), la papaya (Carica papaya) y diversas especies de cítricos tropicales como la lima (Citrus aurantifolia) o el pomelo (Citrus paradisi).

La introducción de estos nuevos cultivos ha tenido importantes implicaciones tanto positivas como negativas para la zona. Entre los aspectos positivos, cabe destacar:

  1. Diversificación económica: Ha permitido a los agricultores ampliar su abanico de productos, reduciendo la dependencia exclusiva del olivar y mejorando la resiliencia económica frente a fluctuaciones de mercado o problemas fitosanitarios específicos.
  2. Mayor rentabilidad: En general, los cultivos tropicales ofrecen un mayor rendimiento económico por hectárea que los cultivos tradicionales, lo que ha permitido mejorar los ingresos de muchas explotaciones familiares.
  3. Rejuvenecimiento del sector agrario: La innovación que suponen estos cultivos ha atraído a jóvenes agricultores y ha estimulado la modernización de las técnicas de cultivo, riego y comercialización.
  4. Impulso a la industria agroalimentaria local: La producción de frutas tropicales ha fomentado el desarrollo de empresas de envasado, transformación y comercialización, generando empleo más allá del sector primario.

Sin embargo, la expansión de estos cultivos también plantea importantes desafíos, especialmente en el ámbito ambiental:

  1. Mayor demanda hídrica: Los frutales tropicales, originarios de zonas con precipitaciones más abundantes, tienen mayores requerimientos de agua que los cultivos mediterráneos tradicionales adaptados a la sequía estival. Esta mayor demanda presiona unos recursos hídricos ya de por sí escasos en la región.
  2. Transformación paisajística: La sustitución de olivares centenarios o zonas de vegetación natural por plantaciones de aguacates o mangos altera significativamente el paisaje tradicional, con implicaciones culturales y potencialmente turísticas.
  3. Impacto en la biodiversidad: Las plantaciones intensivas de frutales tropicales, especialmente si se realizan en terrazas o mediante importantes movimientos de tierra, pueden afectar negativamente a la biodiversidad local y provocar problemas de erosión.
  4. Sostenibilidad a largo plazo: En un contexto de cambio climático, con previsiones de disminución de precipitaciones y aumento de temperaturas en la región mediterránea, la viabilidad a largo plazo de estos cultivos con altos requerimientos hídricos plantea serias dudas.

La gestión sostenible de estos nuevos cultivos representa uno de los principales retos para el futuro agrícola de Mondrón. El desarrollo de técnicas de riego más eficientes, la selección de variedades mejor adaptadas a condiciones de sequía, la integración paisajística de las nuevas plantaciones y la búsqueda de un equilibrio entre cultivos tradicionales y nuevos cultivos serán claves para garantizar la sostenibilidad económica, social y ambiental de la agricultura en la zona.

3. Conservación y desafíos ambientales

Problemáticas actuales

El rico patrimonio natural de Mondrón enfrenta diversos desafíos para su conservación. La presión urbanística, aunque limitada en comparación con otras zonas de la provincia, la intensificación agrícola, el abandono de prácticas tradicionales sostenibles y, sobre todo, la escasez de agua, amenazan el equilibrio de este valioso ecosistema.

La escasez de agua constituye probablemente el desafío ambiental más acuciante. Siendo un problema recurrente en la región mediterránea, se ha intensificado en las últimas décadas posiblemente debido al cambio climático, con una disminución de las precipitaciones medias y un aumento de los episodios de sequía severa. Esta situación se ha visto agravada por la expansión de cultivos con altas necesidades hídricas, como los tropicales anteriormente mencionados, y por el incremento de la demanda para usos residenciales, especialmente asociados a segundas residencias.

La sobreexplotación de acuíferos, derivada de esta creciente demanda, plantea serios problemas a medio y largo plazo. La extracción de agua a un ritmo superior a la capacidad de recarga natural puede provocar el descenso del nivel freático, afectando a manantiales y fuentes tradicionales, e incluso causando fenómenos de subsidencia del terreno. Además, en zonas cercanas a la costa, puede favorecer la intrusión de agua marina en los acuíferos, inutilizándolos para la mayoría de los usos.

La intensificación agrícola representa otro importante desafío ambiental. La transición desde sistemas tradicionales, caracterizados por el policultivo, el uso limitado de insumos externos y el aprovechamiento de recursos locales, hacia modelos más intensivos, con monocultivos, mayor mecanización y uso creciente de agroquímicos, tiene implicaciones significativas para la biodiversidad, la calidad del suelo y del agua, y el paisaje cultural.

En el caso específico del olivar, elemento paisajístico definitorio de Mondrón, la intensificación se manifiesta en la sustitución de las variedades locales, como la Verdial, por otras más productivas como la Picual y la Hojiblanca, que si bien presentan ventajas agronómicas, suponen una pérdida de biodiversidad agrícola y de un patrimonio genético único. También se observa una tendencia hacia mayores densidades de plantación, mayor uso de fertilizantes y fitosanitarios, y reducción de la cubierta vegetal entre olivos, prácticas que pueden incrementar la erosión y reducir la biodiversidad asociada al olivar.

Paralelamente a esta intensificación, se produce el fenómeno aparentemente contradictorio del abandono de tierras agrícolas marginales. Parcelas de pequeño tamaño, difícil acceso o escasa productividad son abandonadas ante la falta de rentabilidad y el envejecimiento de la población rural. Este abandono, aunque puede favorecer en ciertos casos la recuperación natural de la vegetación, también conlleva problemas como el incremento del riesgo de incendios, la pérdida de biodiversidad asociada a agrosistemas tradicionales, y el deterioro de elementos del patrimonio rural como muros de piedra seca, bancales o acequias tradicionales.

La presión urbanística, aunque menos intensa que en zonas costeras, constituye otro factor de riesgo para la conservación del patrimonio natural y paisajístico de Mondrón. La construcción de segundas residencias, a menudo con tipologías que no respetan la arquitectura tradicional, y la proliferación de edificaciones dispersas por el territorio, alteran el carácter rural del paisaje y generan problemas ambientales asociados (mayor demanda de agua, vertidos, necesidad de nuevas infraestructuras, etc.).

El cambio climático amplifica muchos de estos problemas y genera nuevos desafíos. Las proyecciones para la región mediterránea prevén un incremento de las temperaturas medias, una disminución de las precipitaciones totales y un aumento de los eventos climáticos extremos (sequías, olas de calor, lluvias torrenciales). Estos cambios afectarán a los ecosistemas naturales, modificando la distribución de especies y favoreciendo la expansión de plagas y especies invasoras. En el ámbito agrícola, el cambio climático plantea serios interrogantes sobre la viabilidad futura de ciertos cultivos, especialmente los más exigentes en agua.

La erosión del suelo constituye otro problema ambiental significativo, especialmente en zonas de pendiente con escasa cubierta vegetal. La pérdida de suelo fértil, recurso no renovable a escala humana, reduce la productividad agrícola y contribuye a la colmatación de embalses y cauces fluviales. Prácticas como el laboreo excesivo, la eliminación sistemática de la vegetación espontánea en cultivos leñosos, o el diseño inadecuado de terrazas y bancales, incrementan el riesgo erosivo, especialmente durante episodios de lluvia intensa.

Finalmente, cabe mencionar amenazas más específicas a la biodiversidad local, como la fragmentación de hábitats por infraestructuras lineales (carreteras, tendidos eléctricos), que dificulta el movimiento de especies y el intercambio genético entre poblaciones; el uso inadecuado de pesticidas, que afecta a polinizadores y otra fauna beneficiosa; o la introducción de especies exóticas invasoras que pueden desplazar a la flora y fauna autóctonas.

Iniciativas de protección

Frente a estos desafíos ambientales, diversas iniciativas buscan conciliar el desarrollo económico con la conservación ambiental en Mondrón y su entorno. Estas actuaciones, promovidas por administraciones públicas, entidades privadas y la propia comunidad local, constituyen pasos importantes hacia un modelo de desarrollo más sostenible.

La promoción del turismo rural sostenible representa una estrategia con potencial para diversificar la economía local reduciendo la presión sobre los recursos naturales. Mondrón, con su rico patrimonio natural, paisajístico y cultural, ofrece atractivos para un turismo de calidad interesado en experiencias auténticas, gastronomía local y contacto con la naturaleza. Iniciativas como la recuperación y señalización de senderos tradicionales, la creación de rutas temáticas (del aceite, del agua, etc.) o la rehabilitación de edificaciones tradicionales para alojamientos rurales, contribuyen a este modelo turístico respetuoso con el entorno.

La valorización de los productos locales, especialmente el aceite de oliva virgen extra de la variedad Verdial, a través de su diferenciación cualitativa y de la tramitación de una Denominación de Origen, constituye otra estrategia fundamental. Al incrementar el valor añadido del producto, se puede mejorar la rentabilidad de las explotaciones sin necesidad de intensificar la producción o aumentar la superficie cultivada. Además, la vinculación del producto a un territorio y a unas prácticas específicas, contribuye a la preservación del paisaje y el patrimonio cultural asociados.

En el ámbito agrícola, la promoción de prácticas sostenibles como la agricultura ecológica, la producción integrada o la agricultura de conservación, ofrece alternativas viables al modelo convencional intensivo. Estas prácticas, que reducen el uso de agroquímicos, mejoran la gestión del suelo y del agua, y favorecen la biodiversidad, están ganando adeptos entre los agricultores de la zona, motivados tanto por la creciente demanda de productos ecológicos como por las ayudas agroambientales de la Política Agraria Común.

Respecto a la gestión del agua, principal desafío ambiental de la zona, diversas iniciativas buscan mejorar su eficiencia y sostenibilidad. La modernización de los sistemas de riego, con la sustitución de sistemas tradicionales de inundación por riego localizado (goteo), permite reducir significativamente el consumo. La reutilización de aguas residuales para riego, previa depuración adecuada, ofrece otra vía para reducir la presión sobre los recursos hídricos naturales. A nivel de gestión, el fortalecimiento de las comunidades de regantes y la implementación de sistemas de control y medición del consumo contribuyen a una distribución más equitativa y eficiente del recurso.

La protección y recuperación de la vegetación natural constituye otro eje de actuación importante. Iniciativas de reforestación en zonas degradadas, con especies autóctonas adaptadas a las condiciones locales, contribuyen a reducir la erosión, mejorar la regulación hídrica y aumentar la biodiversidad. La preservación de setos, linderos y otras áreas de vegetación natural en entornos agrícolas, favorece la conectividad ecológica y proporciona hábitat para fauna beneficiosa como polinizadores y controladores naturales de plagas.

En cuanto a la ordenación territorial, la implementación de una planificación urbanística basada en criterios de sostenibilidad resulta fundamental para evitar la dispersión edificatoria y el deterioro paisajístico. La definición clara de zonas construibles y no construibles, el establecimiento de tipologías edificatorias respetuosas con la arquitectura tradicional, y la rehabilitación preferente frente a la nueva construcción, son medidas que pueden contribuir a un desarrollo urbanístico más armónico con el entorno.

La concienciación y educación ambiental desempeñan un papel crucial en estas iniciativas de protección. Programas educativos en escuelas, campañas informativas dirigidas a la población local, y actividades de divulgación para visitantes, contribuyen a aumentar la valoración social del patrimonio natural y cultural de Mondrón, y a generar actitudes y comportamientos más respetuosos con el medio ambiente.

Finalmente, cabe destacar la importancia de la participación comunitaria en la gestión ambiental. Iniciativas surgidas de la propia comunidad, como la recuperación de fuentes y acequias tradicionales, la limpieza de espacios naturales, o la celebración de eventos que ponen en valor productos y tradiciones locales, reflejan el compromiso de los habitantes con la preservación de su entorno y constituyen valiosas contribuciones a la sostenibilidad del territorio.

El éxito de estas iniciativas de protección dependerá, en gran medida, de la capacidad para integrar consideraciones ambientales, económicas y sociales en un modelo de desarrollo verdaderamente sostenible, que permita mejorar la calidad de vida de la población actual sin comprometer la de las generaciones futuras, y que preserve los valores naturales, paisajísticos y culturales que caracterizan a Mondrón.